viernes, 14 de mayo de 2010

Atlético de Madrid 2- Fulham 1

¡La primera Europa League es atlética!


¡Y POR FIN EL ATLETI ES CAMPEÓN!


El Atético Madrid se vuelve a alzar con un título europeo tras 48 años de espera y 14 sin celebrar nada en Neptuno. Dos goles de Forlán, el último agónico, le convierten en el héroe. El Fulham sólo hizo un pobre fútbol de catenaccio.


Minuto 115, a falta de cinco minutos para finalizar la prórroga. El Kun Agüero corre por la banda izquierda como si se tratase de su primer sprint. Llega a controlar el balón justo antes de que salga por la línea de fondo. Avanza hasta la línea del área y realiza un centro al hueco del área pequeña, medido. Y entonces surgió el uruguayo, como un cohete, superando a su defensor con un toque sutil, lo justo para batir a Schwarzer. Forlán puso el 2-1, el gol del éxtasis rojiblanco. Un gol histórico para una final histórica.

En ese minuto, la euforia desbordó a los aficionados rojiblancos. Con la agonía de siempre, el sufrimiento atlético que siempre llevan en la sangre. El Atlético de Madrid no podía ganar esta Europa League de otra manera. Siempre peleando como el mejor, como dice su himno. Un gol que reconcilia al club con su afición, la más fiel de España. Catorce años han pasado desde que los colchoneros cantaron el doblete. Veinticuatro desde su última final europea, la tristemente extinta Recopa de Europa en Lyon, frente al Dinamo de Kyev, que tristemente perdieron 3-0. Treinta y seis años después de aquella mítica final de Copa de Europa, que perdieron en el desempate, porque los bávaros marcaron el empate prácticamente en el último minuto, obra de Scwarzenbeck. Y, casi medio siglo ha pasado, cuarenta y ocho años, desde el único título europeo rojiblanco, la Recopa de Europa de 1962, donde vencieron a la Fiorentina por un global de 4-1.

Y lo cierto es que ha sido extraño que el Atlético no hubiera ganado el partido antes. El conjunto de Quique Sánchez Flóres dominó prácticamente de cabo a rabo el choque. Solamente los buenos quince primeros minutos del Fulham en la segunda parte les inquietaron. El Atlético dominó el juego, la pelota. Tocaba, buscaba bandas y creaba más ocasiones que el conjunto londinense. Reyes peleó como un titán, Agüero estuvo en todas, De Gea aprobó en las pocas intervenciones que tuvo, Domínguez se consagró como un buen central rápido. Hasta Perea jugó bien. Y les quedaba Forlán que fue el encargado de hacer el doblete. Una gran recompensa para el dos veces ganador de la bota de oro, que tanto ha luchado por este club y que por fin tiene su recompensa con un título.



¡U-ru-gua-yo, u-ru-gua-yo!


Así las cosas, a la media hora de juego, los colchoneros obtuvieron su recompensa. Intervino el cuarteto atacante del Átlético, los cuatro ases. Reyes cabalgó la banda derecha y cambió el juego, Simao dio un mal pase a Agüero que tiene que controlar con la cabeza y tiró a puerta en semifallo, y apareció Forlán como una exhalación, empalmando el balón sin caer para abrir el marcador. Poco le duró la alegría a los madrileños. El Fulham tuvo un premio exceso para los méritos que estaban haciendo. El gol, en el '37, tiene su miga. Zamora consiguió controlar en la izquierda y no vio Gera solo, se desplazó dentro del área, tocó para Duff que, cayéndose, envió para Gera que centró, Assunçao no consiguió despejar y Davies mandó el balón al fondo de la red.

Un empate injusto. En la previa, se menospreció al Fulham y su juego de catenaccio total en esta final no invita a que muchos cambien de opinión. Un equipo que no quiso el balón, que corrió detrás de los jugadores atléticos, que se fundió y que apenas creó peligro. Y que casi llega a la lotería de los penaltys. Y, pese a su nula tradición europea y escasa en Inglaterra (sólo ha disputado una final de la F.A. Cup en los años 70). Pero, ante todo, un equipo que ha dejado fuera a la Juventus, al campeón alemán, el Wolfsburgo, y al anfitrión de esta final, el Hamburgo, tiene mucho mérito.


Vaya fallo del Kun...


Pero la gloria se la llevaron los rojiblancos, a base de lucha y de buen fútbol. Un equipo que no dejó de buscar el gol. De controlar el partido. Con una insistencia impresionante. Esforzándose hasta la extenuación. Sintiendo y sudando esa camiseta como nunca antes lo habían hecho. Dejándose el alma en el partido. Y Forlán lo consiguió al final, para regocijo de casi todo el país.

Dentro de una semana, los colchoneros pueden hacer doblete, teniendo a la vista la final de la Copa del Rey. Pero enfrente tendrán a un Sevilla con sus altibajos, pero que ha hecho un gran torneo copero. Y, además, el Atlético estará muy pendiente de la final de Champions, porque esperan una victoria del Bayern de Munich para ajustar las cuentas pendientes desde el '74, para vencer en la Supercopa de Europa. Ahora están disfrutando tras una temporada convulsa, con una mala Liga y una peor Champions. Y tras 14 años de puro sufrimiento y descenso incluido. Gloria para el Atlético. Neptuno vuelve a sonreír.

LAS CLAVES:

El Atlético controló el partido casi por completo. Tuvo el balón, tocó, abrió bandas, peleó y luchó hasta el final. Y, sobretodo, no dejó de buscar el gol en ningún momento. Y con un Forlán estelar, dos goles y poste incluido, el héroe de la final.

El Fulham jugó a un catenaccio ramplón, sin el juego de toque que le presuponían los expertos. Sólo creó peligro al principio de la segunda mitad y se encontró el gol del empate en una jugada aislada.

El árbitro: El italiano Nicola Rizzoli pasó prácticamente desapercibido, no influyó en el resultado ni en el desarrollo del choque. Buen arbitraje.

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